Siempre que tenemos un día libre nos gusta dedicarlo a descubrir tesoros cercanos de nuestra geografía, como es el caso del bonito pueblo de Aras de los Olmos.
La villa de Aras estuvo poblada de íberos, romanos y árabes, incluida en el Reino de Taifas de Alpuente, segregado del antiguo califato de Córdoba entre el 1030 y 1092. Fue repoblada por aragoneses después de ser conquistada por el rey Jaime I en 1236, quien en 1240 la adscribe al término municipal de Alpuente, obteniendo la denominación de Aras de Alpuente.
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Pasó, por donación real, a la Orden de Montesa en 1318. Adquirió su categoría de Villa Real e Independiente el 11 de mayo de 1728, otorgando el Rey Felipe V la Real Cédula de Constitución de Villa de Aras. El 26 de julio de 2001, el Gobierno Valenciano aprobó el cambio de denominación del municipio, pasando de ser Aras de Alpuente, localidad a la cual estuvo históricamente vinculada, a llamarse Aras de los Olmos, su denominación actual.
Se encuentra situado en la comarca de los Serranos a una altitud de 936 metros sobre el nivel del mar, lo que le proporciona una climatología de carácter continental con inviernos fríos y veranos muy suaves. Su término municipal tiene una extensión de 75 km2 de los que el 60% son explotaciones forestales y el resto se dedica al cultivo de la vid, cereal y almendra. Dista de la ciudad de Valencia 98 km.
Atraviesa su término de norte a sur el río Turia a través de parajes de gran interés natural y paisajístico. El Turia o río Blanco es el nexo de unión entre los diferentes pueblos, reúne tramos bien conservados, estrechos rocosos y extensos bosques, con paisajes de gran belleza y diversidad de flora y fauna. Sus riberas han servido de asiento a molinos, huertas y viviendas.
El paisaje se caracteriza por su hermosura cambiante según la época del año, en otoño la región es una combinación de ocres y verdes que embellecen el paisaje, en primavera, con los árboles en flor, se extiende una pincelada de luz por los campos de secano; en invierno se tiende un amplio manto blanco que la nieve lleva consigo y en verano los atardeceres se cierran con el color del fuego.
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